No es tan fácil como uno pensaría. Insistí mucho para que el INAH nos autorizara desmontar los portones, con el fin de poder realizar una restauración correcta (por primera vez), pero en ese momento claro que no pensé en el montaje.
Llevo viendo los portones apoyados en "burritos", en horizontal, dos meses. La tinta y la cera dejaron un acabado terso y fino que reavivó el aspecto de la madera, restituyéndole a las tres piezas que conformaban el portón principal, la lectura estructural, estética e integral.
Para montar las dos hojas fue necesario embalarlas con plástico burbuja reforzando las árean en donde el lazo iba a ser colocado con "camas" de material suave para evitar abrasión. Ya una vez listo el portón se levantó controlando el movimiento (tiene que ser parejo para evitar que la madera haga movimientos forzados y pueda torcerse) y se metió el polín superior en el balero que se encontraba empotrado en la cantera. Para la base hubo problemas por el nivel. Lo mismo pasó con la segunda hoja. Fueron 9 horas cardiacas para mí, aunque me estaba coordinando con el increíble Mtro de obra, fue estar cuidando que el portón no se viera lastimado. Una vez montado y empatado (entre hojas) se retiró el plástico y se colocó la puertita.
Ese es uno de los momentos, el del develado, en donde todos los problemas, obstáculos, sacrificios, corajes, enojos, chingaderas, infortunios y trabas, desaparecen y pienso "por esto, todo valió la pena". Es difícil de describir pero es como si todo lo difícil que conlleva la restauración y las problemáticas a las que me enfrenté, desaparecieran y fueran sustituidas por un sentimiento de satisfacción instantánea (y eso que no están terminados, falta colocar permanentemente los chapetones).
Así, el primer portón recuperó su movilidad y funcionalidad y está en su lugar. Así veo hoy que llego a trabajar el acabado que tiene, lindo y veo que hicimos bien nuestro trabajo. Y estoy muy contenta.
Faltan las fotos finales...
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